Desde la crisálida

sábado, 8 de julio de 2023

Modos de ser

 

Atmos (Pintura digital)
Atmos (Pintura digital)
 

Las imágenes se desenvuelven en el mundo de las cosas y los seres vivos. Y muchos de entre los seres vivos somos capaces de percibir cosas, capaces de sentir cosas, capaces de pensar sobre las cosas, de actuar sobre ellas y de modificarlas. Capacidades que nos vuelven singulares para nuestros propios ojos. Pero estamos íntimamente interrelacionados con el resto de la naturaleza animal, con la naturaleza vegetal, con la geológica o con la atmosférica, con la acuática o con cualquier otra. Si salimos del atolladero al que nos ha conducido nuestra voracidad a nivel planetario será posiblemente porque se atienda a lo que ahora se posterga. Están quedando postergadas las necesidades no de unos pocos, ni las de muchos, ni siquiera las de todos y todas, sino las necesidades de todo. La totalidad es la que pide ser atendida.

 

No es la totalidad, sin embargo, lo que se suele tener en cuenta. A Prometeo, el héroe que al mortal dio el fuego y enseño las artes, robando uno y otras a los dioses del Olimpo, Goethe le hace decir en la obra inacabada La vuelta de Pandora o El retorno de Pandora: «El hombre industrioso ha de tener por lema la parcialidad».

 

Prometeo tiene un hermano mitológicamente antagónico al que se tiende a ignorar: Epimeteo, que es “el que piensa después”, en contraposición a Prometeo que es “el que piensa por anticipado”. Los dos son titanes, no lo olvidemos en el relato que sigue. Epimeteo en el mito es menospreciado y tenido claramente como torpe por Hesíodo, sin atender a otra consideración hacia él. Pero este mismo, Hesíodo, haciendo gala de una misoginia atroz, no duda en llamar zánganos y calamidad a las mujeres en su conjunto cuando trata la parte del mito que se ocupa de Pandora. Pandora, a lo sumo incurre en desobediencia, pero “la tradición misógina helénica” (como la define Carlos García Gual) hace escarnio de ella.



A (Imagen digital)
A (Imagen digital)



En el Protagoras de Platón se relata como en un tiempo en que aun no existían los mortales, los dioses los crearon modelando tierra y fuego y otras materias. Prometeo y Epimeteo fueron encargados de revestirlos de cualidades. Epimeteo se puso manos a la obra con ello y Prometeo debía supervisarlo. El hermano de Prometeo repartió armas y defensas para la supervivencia de cada especie. Pero «como Epimeteo no era del todo sabio» cuando llegó al ser humano había gastado todas las facultades y Prometeo encontró a todos los animales «armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme». Como era ya llegado el día en que los mortales debían salir a la luz, «Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego» y se las da a la especie humana. Epimeteo no fue del todo diligente y el otro, Prometeo, encontró una arriesgada solución, solución que propició la supervivencia humana. La indefensión de esa criatura, que tal vez llamaba la atención por asemejarse a los dioses, no suscitó, sin embargo, una preferencia en Epimeteo durante su trabajo titánico, cosa sobre la que seguramente, nuestro personaje mitológico, tuvo que recapacitar posteriormente debido a su forma pausada de pensar. Pero sí suscitó la acción eficiente de Prometeo que se ganó por ello la fama entre nosotros.

La tendencia de quienes se acercan al mito, sobre todo de quienes lo hacen para contemplar al benefactor de la humanidad, es alabar a Prometeo y olvidar o vilipendiar a Epimeteo que no fue del todo previsor y además tuvo a bien aceptar a Pandora y su presente (la jarra que contenía todos los males). Pero hay algunas notables discrepancias con esta forma de ver las cosas, como las aportaciones o aproximaciones al mito de Goethe que hemos comenzado a ver ya. Goethe reivindica a Epimeteo, como señala Carlos garcía Gual en el texto La reivindicación de Epimeteo en “El retorno de Pandora” (1808) y su significado en la obra de Goethe, recogido en el segundo volumen del Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez. Carlos García Gual escribe sobre esta obra de Goethe: 

«...en su drama [El retorno de Pandora] invierte la significación del episodio central del relato sobre Pandora. Es el descuidado Epimeteo el que se perfila como un benefactor de la Humanidad, mientras que el Previsor, Prometeo, que rechazó a la divina mujer, resulta torpe y miope en su elección».  

Dice también, con hondura, García Gual: 

«El cambio en la apreciación de la figura de Epimeteo comporta una variación en la comprensión de la figura opuesta de Prometeo. Los signos valorativos de uno y otro cambian conjuntamente, porque es el contraste entre ambos, y sus concepciones de la existencia, lo que da el tono fundamental de la obra. Ambos son símbolos contrapuestos. La fraternal relación que los une y el distinto carácter que los enfrenta tienen justamente un valor simbólico. Así ya en el antiguo mito. Lo que hace Goethe es invertir la valoración, que hasta entonces concedía a Prometeo el signo positivo de la oposición».


Recojo seguidamente una cita de La caja de Pandora, Aspectos cambiantes de un símbolo mítico de Dora y Erwin Panofsky que también incluye Carlos García Gual en su texto y que ya hallaba en la obra de Goethe una más sensible consideración de la figura de Epimeteo:  

«Epimeteo, por el contrario, ya no es el hombre necio que aprende demasiado tarde, sino una gran y conmovedora figura. Elevado al plano de lo que los antiguos llamaban elogiosamente vita contemplativa, es un pensador en oposición a un realizador; el solitario e imaginativo soñador, para quien la estrella de la mañana aparece demasiado temprano y nunca tarde («Temo el canto del gallo como a la estrella de la mañana; / Precoz destello; fuera por siempre noche»), contrapuesto al racionalista; es, sobre todo, alguien con capacidad para el sufrimiento, lo que le permite desear, gozar, renunciar, lamentar y desear otra vez».


¿La mentalidad prometeica sería más dada a forzar los procesos y la epimeteica, sin embargo, más dispuesta a dejarlos fluir? La parcialidad, por supuesto, no quedaría únicamente para la mentalidad de propensión prometeica, la mentalidad de tipo epimeteica también la necesitaría, pero quizás esta última se encuentra más dispuesta a asumir el riesgo de afrontar también la totalidad. La mentalidad epimeteica concibe quizá la totalidad no como el lugar a conquistar sino como el ámbito en el que participar. Son al fin y al cabo dos formas de ser complementarias, que podrían convivir en realidad en la misma persona. 


 

Vida (Imagen digital)
Vida (Imagen digital)

 

 

Creo que saldríamos ganando si hiciéramos una aproximación psicológica a Epimeteo, Pandora y Prometeo, bien concebidos, y confrontados con los opresivos dioses comandados por Zeus, y no se atendiera sólo a la figura heroica de Prometeo.

 

Hasta aquí esta aproximación mitológica que quiere reflexionar sobre como para asentar y hacer viable nuestra posición en la naturaleza tendríamos, tal vez, que atender a la totalidad de las cosas. Y la necesidad de abrirse a formas no valoradas de vida, formas de ser no convencionales, que conforman junto a las formas de ser sobrevaloradas, un todo más rico, fructífero y posibilitador de cambios necesarios.


jueves, 16 de marzo de 2023

Una aproximación a la naturaleza de lo existente (3)


 

Cerca del mar
"Cerca del Mar" (Óleo sobre lienzo)



 

Entiendo que en épocas pasadas no había el suficiente conocimiento científico y humanístico de la realidad física, biológica, cultural, etc., que llevara a una convicción sobre nuestra propia naturaleza, pero hoy en día los conocimientos alcanzan sobradamente para ello. Nos es, sin embargo, difícil imaginar cómo pueden ser las experiencias de muchos otros seres vivos. Pero en nuestro caso —como en el caso de otros seres—, desde luego, en tanto que somos como somos, estamos experimentando desde nuestra propia perspectiva esta existencia; existencia que, nosotros, podemos constatar. Personalmente encuentro una prueba de la existencia, precisamente, en el hecho de permanecer siempre en mi perspectiva interna y corporal y, en suma, de constituir un cuerpo con todas las vicisitudes que conlleva, lo que sería indicio de que soy, efectivamente, un organismo vivo que está accediendo a la realidad de la forma natural en que puede hacerlo y, de momento, sólo de esa forma. Y dicha persistente perspectiva me parece que prevalece sobre la faceta onírica, sobre posibles experiencias alucinógenas, experiencias extracorporales cercanas a la muerte, etc.

 

¿Aunque, realmente hacen falta pruebas de la existencia? Como dice José Ferrater Mora en Fundamentos de filosofía:


No necesitamos ni siquiera una garantía de que el mundo existe. Más que escapársenos de las manos, en el curso de excogitaciones filosóficas, el mundo nos acosa, persigue, y hasta agobia.


Según, también, José Ferrater Mora en El ser y la muerte: «Hay varios grados de cesabilidad, desde la pura y simple terminación de la existencia hasta lo que se entiende por “muerte”». Comparemos dos ejemplos de realidades diferentes y como se comportan a la hora de abandonarnos. Un vaso de cristal no sabe nada de sí ni de ninguna otra cosa, según nuestras apreciaciones ni siquiera puede llegar a saber nada de nada. En este primer ejemplo, nuestro vaso está roto. Su vida útil ha acabado, pues no va a ser reparado, ni siquiera va a ser reciclado. Al ser tirado a la basura, con cierta sensación de fastidio de quien eso hace, el vaso roto está siendo desechado. Ni de haber dejado de ser útil, ni de haber sido desechado sabe nada el vaso, pues no tiene ese tipo de capacidades. El camión de la basura lo terminará de triturar y depositará sus restos en un vertedero. El vaso es ahora una serie de fragmentos de cristal esparcidos aquí y allá sin la configuración que consiste en ser un vaso. El vaso ha cesado. En el segundo ejemplo vamos a considerar a una persona. Una persona cualquiera que afronta una enfermedad que podría acabar con su vida y sabe que esta corre grave peligro o puede convencerse de que se acaba. Saberse enfermo o enferma le causará una impresión que tendrá que gestionar. Tendrá que padecer los rigores de la enfermedad y posiblemente del tratamiento. Su ánimo, en adelante, estará determinado por el modo en el que afronte lo que le está pasando. No se si en el mejor de los casos, pero sí en un buen caso, quienes le estiman le darán afecto, apoyo y no querrán que sufra. La enfermedad sigue un curso fatídico y esta hipotética persona enfrenta el fin de sus días. Finalmente muere. Como era de esperar la historia del vaso roto no incluye sensaciones, sentimientos ni razonamientos de este ante su final; la historia de la persona enferma, manifiestamente, sí. La realidad inerte está asociada a la insensibilidad, mientras que la realidad biológica participa ampliamente de una sensibilidad que la define.


Pero la atribución de vida o la constatación de su ausencia no se ha hecho efectiva de una vez para siempre en un lugar determinado o en una época concreta. Culturas, religiones y corrientes de pensamiento ( el animismo, la mitología mediante personificaciones, el hilozoísmo o la hipótesis Gaia por ejemplo) extendían o extienden las fronteras de lo vivo más allá de sus límites naturales. Al mismo tiempo, en un sentido opuesto, se les ha negado, y se les niega, a determinados seres vivos el valor de su vida o de algunos aspectos de ella, cosificándolos por hacer uso de ellos o por costumbre. 

 

 

"Paisaje" (Dibujo digital)
"Paisaje" (Dibujo digital)

 

 

Aunque no creo que vivamos en el mejor de los mundos posibles —en realidad me parece que el mundo contiene inmanentes soluciones de partida faltas de inteligencia y sensibilidad— creo que, a pesar de todo, en algunas circunstancias, se puede llegar a apreciar cierto equilibrio que muy bien podría no existir. Equilibrio que, en realidad, puede estar ausente debido a las situaciones de gran sufrimiento, de graves injusticias o de sinrazón que pueden afectar al individuo o a la colectividad. Sin embargo creo que estamos adaptados para estimar los casos particulares en los que se concreta dicho relativo e inestable equilibrio.

 

Charles Darwin realiza el siguiente razonamiento sobre qué prevalece en el mundo, si desgracias o dichas:

[…] podríamos preguntarnos cómo se puede explicar la disposición generalmente beneficiosa del mundo. Algunos autores se sienten realmente tan impresionados por la cantidad de sufrimiento existente en él, que dudan —al contemplar a todos los seres sensibles— de si es mayor la desgracia o la felicidad, de si el mundo en conjunto es bueno o malo. Según mi criterio, la felicidad prevalece de manera clara, aunque se trata de algo muy difícil de demostrar. Si admitimos la verdad de esta conclusión, reconoceremos que armoniza bien con los efectos que podemos esperar de la selección natural. Si todos los individuos de cualquier especie hubiesen de sufrir hasta un grado extremo, dejarían de propagarse; pero no tenemos razones para creer que esto haya ocurrido siempre, y ni siquiera a menudo. Además, otras consideraciones nos llevan a creer que, en general, todos los seres sensibles han sido formados para gozar de la felicidad.

[…] un animal puede ser inducido a seguir el rumbo más beneficioso para su especie mediante padecimientos como el dolor, el hambre, la sed o el miedo, o mediante placeres como el de la comida y la bebida y el de la propagación de su especie, etc., o por ambos medios combinados, como ocurre en el caso de la búsqueda de alimentos. Pero, si se prolonga durante mucho tiempo, cualquier tipo de dolor o sufrimiento causa depresión y reduce la capacidad de acción; no obstante, es muy apropiado para hacer que una criatura se prevenga contra cualquier mal grande o repentino. Por otra parte, las sensaciones placenteras pueden prolongarse durante mucho tiempo sin un efecto depresivo; al contrario, incitan a la totalidad del sistema a incrementar su actividad. Así es como ha podido ocurrir que la mayoría o todos los seres sensibles hayan evolucionado de ese modo por medio de la selección natural, y que las sensaciones placenteras les hayan servido de guías naturales. Lo vemos en el placer derivado del esfuerzo, a veces, incluso, de un gran esfuerzo físico o mental —en el placer que nos causan nuestras comidas diarias y, en especial, en el obtenido de la sociabilidad y del amor a nuestras familias—. La suma de esa clase de placeres, que son habituales u ocurren a menudo, proporciona a la mayoría de los seres sensibles un grado de dichas superior a las desgracias —cosa de la que apenas puedo dudar—, aunque su sufrimiento pueda a veces ser grande. [...]

Nadie discute que en el mundo hay mucho sufrimiento. Por lo que respecta al ser humano, algunos han intentado explicar esta circunstancia imaginando que contribuye a su perfeccionamiento moral. Pero el número de personas en el mundo no es nada comparado con el de los demás seres sensibles, que sufren a menudo considerablemente sin experimentar ninguna mejora moral. Para nuestra mente, un ser tan poderoso y tan lleno de conocimiento como un Dios que fue capaz de haber creado el universo es omnipotente y omnisciente, y suponer que su benevolencia no es ilimitada repugna a nuestra comprensión, pues, ¿qué ventaja podría haber en los sufrimientos de millones de animales inferiores durante un tiempo casi infinito? Este antiquísimo argumento contra la existencia de una causa primera inteligente, derivado de la existencia del sufrimiento, me parece sólido; mientras que, como acabo de señalar, la presencia de una gran cantidad de sufrimiento concuerda bien con la opinión de que todos los seres orgánicos han evolucionado mediante variación y selección natural. (Charles Darwin, Autobiografía, Editorial Laetoli, S.L. Pamplona. 2008, págs.: 79-80)

 

miércoles, 30 de noviembre de 2022

Una aproximación a la naturaleza de lo existente (2)

 

Sin título
Sin título (Óleo)
 

Nuestro universo, el universo realmente existente, debió de carecer de vida, en cualquier lugar de este, desde su inicio, hace unos 13.800 millones de años, hasta que esta surgió posteriormente (allá donde surgiera primero). Lo vivo, aquí en la Tierra, habría sido, durante muchísimo tiempo, unicelular únicamente, para posteriormente, además, formar organismos más complicados. Y, lo vivo, tiene unas necesidades e intereses que requieren que las cosas sean de una cierta forma. Nos es relevante que la realidad cosmológica, astrofísica, geológica, biológica, etc., nos sea favorable y posibilite nuestra existencia. Necesitamos el Sol, el agua, el aire, la tierra... en tanto que estamos vivos. Y sabemos que las próximas generaciones también van a tener las mismas necesidades básicas. Pero como si las vicisitudes que se dan a lo largo de la existencia no fueran suficientes para comprender que la vida tiene como destacados componentes (en tanto sigan sin tener un buen remedio) la violencia y el sufrimiento, y como contrapartida final la muerte, las extinciones masivas que ya se han producido nos pueden dar idea de la tremenda destrucción que se puede llegar a sufrir. De hecho, se sabe, que a causa de la voracidad en la explotación de los recursos, por parte de los humanos, estaríamos viviendo la sexta extinción masiva con una merma sangrante de la biodiversidad y con el cambio climático como consecuencias, sin que seamos capaces de ponerle solución. Y existe la amenaza de devastación a causa de una guerra nuclear como ponen en evidencia, si es que hacía falta, los acontecimientos suscitados por la invasión rusa de Ucrania.


Monstruo de la guerra
Monstruo de la guerra (Óleo)

 

La realidad física podría haber dado lugar a los primeros organismos hace al menos unos 3.700 millones de años. Con la realidad orgánica se han diversificado desde entonces, evolutivamente, unos seres que, variadamente, son capaces de sentir y conocer (entendiéndose estos términos ampliamente). En la línea de este sentir y conocer, lo orgánico o biológico habría dado lugar, en nuestro caso, a lo psicosociocultural y así habríamos llegado al contexto en que nos encontramos quien esto escribe y quien lo lee.


La muerte de un inocente
La muerte de un inocente (Óleo)


La realidad física habría propiciado, pues, lo biológico de forma que la vida habría emergido de ella. Y la vida no sucedería apartada de su origen, sino que se desarrollaría en el mismo mundo que le sirve de base, añadiendo su propia proliferación y sus peculiaridades a lo que ya existía. Accedemos de forma integral dentro de nuestras limitaciones a la misma existencia que nos alberga plenamente. Aunque como individuos y como especie podemos estar implicando en la existencia toda nuestra naturaleza o podemos no estar poniendo en juego partes de ella. La existencia es dinámica y estamos adaptados al dinamismo como algo elemental. La coexistencia entre lo vivo y lo inerte es resultado de la evolución cósmica. Lo inerte y lo vivo compartirían básicamente los mismos componentes. Sin embargo, las propiedades de lo uno y de lo otro serían muy diferentes y, siguiendo a Mario Bunge en esto, tal vez haya que considerar a la energía como la verdadera propiedad básica y universal de la materia.

domingo, 16 de octubre de 2022

Una aproximación a la naturaleza de lo existente (1)

 

Aluvión
Aluvión (Óleo)
 

Pertenecemos a un mundo que surgió sin nosotros pero que permitió nuestra existencia más adelante. No constituimos el mundo pero sí constituimos parte de él. El mundo no es definible sin que se nos tenga en cuenta, por muy remota y limitada temporalmente que resultara ser, finalmente, nuestra presencia. Nosotros somos más o menos conscientes de esta realidad. ¿Quiénes somos nosotros? Somos los seres que, de alguna forma, necesitamos respuestas y amor. Nuestros orígenes, las protocélulas de las que provenimos, se remontan a eones, pero somos, sin embargo, extinguibles, aunque hasta la fecha las extinciones no hayan sido totales. ¿Si nada sobreviviera aquí en la Tierra, quedaría vida equiparable a la nuestra en otros planetas? ¿Hasta dónde alcanzan nuestra originalidad y nuestra singularidad?


Construyendo
Construyendo (Lápiz)

No parece que el universo tenga conciencia de sí mismo si no es a través de los seres vivos que lo pueblan y forman parte de él, esta es la forma en que habría alcanzado a saber de sí. En el caso que nos ocupa especialmente conscientes somos los seres humanos, o por lo menos nuestras inquietas observaciones y manifestaciones son más aparatosas. El conocimiento y las distintas experiencias del vivir, como tantas otras cosas, serían fruto de un proceso de evolución, no algo dado desde un inicio. Los seres conscientes no han tenido como premisa conocer y vivenciar el universo de la forma en que lo hacen, sino que se han ido ateniendo a lo que sus organismos y sus organizaciones sociales les iban permitiendo. El que la percepción sensorial elemental y el procesamiento básico de la experiencia hayan progresado hacia una comprensión global del mundo es algo que asombra comprobar. Y ver en las distintas formas de vida estados mentales diversos y graduales causa estremecimiento. Las posibilidades de las que provee la vida se consolidan en la más o menos sufridas experiencias de los seres que las implementan: ser en concreto una vaca, una lechuza, un almendro, una hormiga, un orangután...


La mera existencia no implica la disposición de una naturaleza que posibilite ser sensible al mundo. Las naturalezas de unos seres (entiéndase «seres» como alusión a todos los entes existentes, posean vida o no) los provee de unas formas de existencia inerte mientras que las de otros los dota de unas formas de existencia sintiente. Estas naturalezas coexisten. Efectivamente, lo que existe no necesariamente tiene alguna vía de acceso a sí mismo y al resto de lo existente, pero si algún ente puede acceder a lo que acontece, ese pertenece a lo vivo. La vida sería, entre otras cosas, una vía practicable para experimentar y conocer este mundo de necesidades y posibilidades.

 

Cúmulo desaturado
Cúmulo (Lápiz y bolígrafo)
 

A vueltas con lo vivo y con lo inerte podemos imaginar un universo en el que no fuese posible la vida de ninguna manera, en el que nunca se hubiese producido ni nunca pudiera producirse la vida. Dicho universo podría ser de cualquier manera sin que importara como fuera. Las cosas podrían ser indistintamente de una forma o de otra. No habría nada que requiriera ser preservado. Por otro lado, podemos imaginar un universo mayoritariamente compuesto por seres orgánicos, que se amontonaran en hábitats solo compuestos por una promiscua variedad de ellos mismos: en la imaginación esta imagen representa una auténtica pesadilla. Pero la idea sería que la realidad inerte por si sola carecería de valor sin relacionarse de alguna forma con entidades vivas y que la realidad biológica tampoco se sostendría sin la inerte. Mediante el «interlocutor» que representa lo vivo, el universo cobraría una existencia significativa. De tal forma, la problemática relación entre lo vivo y lo inerte define como son las cosas.

 


martes, 27 de septiembre de 2022

La cualidad sensible como cualidad primaria

Por las ramas
Por las ramas (Óleo)

En A la caza de la realidad, Mario Bunge, si no me equivoco, da por buena la diferenciación que dejó establecida John Locke en su Ensayo sobre el entendimiento humano entre propiedades primarias y secundarias. Si se acepta que los colores, los sonidos, los olores, las cualidades táctiles y gustativas y otras sensaciones sean tenidas por cualidades de tipo secundario frente a las cualidades o propiedades primarias que pueden considerarse en las cosas, no por ello se debe subestimar lo que las cualidades o propiedades secundarias suponen e incluso se podría poner en cuestión la jerarquización que ello representa. La diferencia entre unas y otras está en que las primarias lo son independientemente de la apreciación de un ser sensible y las secundarias dependen de la apreciación de dichos seres. Una propiedad primaria es por ejemplo la composición química de un pigmento y una propiedad secundaria es el color que le suscita a alguien ese mismo pigmento u otro cualquiera.


Por su formación científica, Bunge, tal vez estima más lo que representan las primarias que aquello que es el ámbito de las secundarias. ¿Se considera generalmente que las propiedades secundarias, al ser una recreación, son menos estimables que las primarias? ¿O depende de las preferencias y para alguien con inclinación hacia el arte, por ejemplo, unos colores o la textura de la voz de una cantante pueden representar el summum que deja pálida cualquier otra realidad?


Probablemente para mucho de lo que interesa a la ciencia lo principal son las propiedades primarias así como para la música lo principal son los sonidos que son cualidades secundarias. Pero para una mejor integración de conocimientos y una mejor apreciación de la experiencia sensible, ambos tipos de propiedades podrían equipararse de alguna forma. Colores, voces o notas musicales, perfúmenes, etc., no dejan de poder ser realidades de la experiencia sensible, en tanto que lo sean y no se traten de ficciones. Por ello, las cualidades sensibles podrían pasar a ser vistas como cualidades primarias si se pusiera el foco en ellas y en su funcionamiento. Para ello, según creo yo, se habría de atender a la interrelación del organismo sensible con el entorno.




Pueblo
Pueblo (Óleo)


El metabolismo y la homeostasis son funciones básicas y habituales en los organismos. Y la experiencia sensible en muchos organismos acompaña a esas funciones básicas. Estas funciones acontecen insertas en un entorno con el que mantienen unas relaciones complejas. Nos nutrimos, respiramos, excretamos, nos amamos, navegamos en la red, etc., debido a que, aunque algunas de estas operaciones puedan recibir o emitir unas comunicaciones lejanas, siempre hay unos elementos en nuestra proximidad con los que establecemos una relación directa: las pantallas con las que alcanzamos a tanto las tenemos a unos centímetros o a pocos metros de distancia de nuestras caras, los rayos de luz que vemos de una lejana estrella no se encuentran allá a lo lejos sino que traspasan nuestra cornea, atraviesan nuestro ojo y alcanzan la intimidad de la retina y el poderoso mandatario, o el supervillano, que va a enviar un misil nuclear al otro lado del planeta necesita para ello un botón rojo a su alcance que pueda presionar.


Por lo tanto las funciones del organismo se encuentran, en tanto que está vivo, en relación con el entorno de una u otra forma. De él recibe el alimento, la compañía, el refugio, etc., así como las sensaciones subyacentes. Esa capacidad de sentir y de percibir el entorno que tiene el organismo, además de simplemente existir, es muy abundante y común en la naturaleza. El entorno «es», mientras que el organismo «es y capta»; si bien en el entorno suele haber otros organismos como nosotros que forman parte del mismo y con los que también entramos en relación.


El reflejo sensible se produce cuando un organismo receptivo y capaz anda en conexión con un entorno estimulante. La energía radiante, en condiciones de iluminación suficiente en un ambiente donde hay cuerpos u objetos, incide sobre unos ojos que actúan sobre un cerebro capaz de procesarla. De la conexión que el organismo tiene abierta con el entorno surge, como interpretación, la experiencia sensible de un verde, por ejemplo, quale que se produce por medio de la acción de las ondas medias de la luz sobre el sistema visual. Y yo pienso que los qualia debieron aparecer y establecerse virtualmente en las consciencias por medio de un proceso evolutivo que ha aprovechado la naturaleza emergente de las grandes capacidades representacionales de los seres sensibles.


Al fin y al cabo los seres sensibles pertenecemos a lo que llamamos mundo tanto como cualquier otra realidad física y, lo que en nosotros acontece, acontece en el mundo. La apreciación de las cualidades sensibles como cualidades primarias sería pues posible y ello, tal vez, —análisis más autorizados que el mío tendrían que valorarlo— vendría a subvertir la jerarquía establecida por John Locke en 1690.

 

Masificado
Masificado (dibujo)

 

 

lunes, 11 de julio de 2022

Realismo, luz e ilusiones

Los ciervos
"Los ciervos" (Pintura digital)

 

No lo percibimos todo. Como dice Michael J. Ryan en El gusto por la belleza: «Sencillamente no disponemos del equipamiento necesario para acceder a todo el mundo que nos rodea». Además, los animales, según sean sus sesgos perceptivos, experimentan el mundo de forma diversa. Una cuestión que nos interesa dilucidar es si es habitual entre ellos mistificar la realidad en función de esos sesgos. Por ejemplo, dice Ryan, diferentes animales pueden compartir «un mismo emplazamiento físico, pero habitar mundos sensoriales diferentes». Se suscita la pregunta de si unas formas de captar e interpretar la realidad son más realistas que otras. ¿O, tal vez, no sea tan importante atender a la realidad como garantizarse la supervivencia y la reproducción? Caben estas dudas así como plantearse si hay alguna razón para pensar que nosotros, como especie, hemos podido vencer una posible vivencia mistificada de la realidad o si está dentro de lo posible que lo consigamos.


Imagen ambigua
"Imagen ambigua" (Imagen digital)


¿Qué pasa con las ilusiones sensoriales: ilusiones ópticas, auditivas...? Algunas son sorprendentes, ¿no? Otras simplemente no tanto. Ilusiones ópticas como la «rejilla de Hermann», su variante la ilusión de «efecto de extinción» y las «serpientes giratorias», por nombrar solo algunas, consiguen sorprendernos y nos hacen preguntarnos por qué se dan. ¿Cómo interpretarlas cuando algunas de ellas han puesto a prueba nuestro entendimiento? Pues se puede pensar sin andar muy errado, o eso espero, que en general las ilusiones interpelan a nuestras inteligencias perceptivas, pueden mostrarnos algo que no hay ahí en realidad, nos inducen a caer en errores de apreciación y tienen la capacidad de señalarnos en sus singularidades como funciona la percepción en algunos aspectos relevantes. En Tu cerebro y la música, Daniel Levitin considera que la ilusión de Kanizsa y su equivalente auditiva, cuya característica común es la de completar lo que realmente hay, han sido favorecidas por la evolución: «Un sistema perceptivo capaz de restaurar información que falta nos ayudaría a tomar decisiones rápidas en situaciones peligrosas». Lo cual si es así, resulta clarificador y pienso que da sentido a algo que no lo tenía.


Marina
"Marina" (Imagen digital)


Para Ignacio Morgado en Los sentidos: "es un hecho que la luz existe en nuestra mente". De hecho, tenemos una visión de la luz, como el caso de la luz «directamente» proveniente del sol en un día despejado, que podemos ver fulgir en el pavimento, en las fachadas de casas y edificios, en la vegetación, en las nubes, etc., que se basa en lo que interpretamos internamente; esa es la luz tal y como nos la representamos visualmente (aunque el sentido del tacto desde bien temprano habrá enriquecido nuestro conocimiento y sabremos, por experiencia, que también da calor exponerse a ella). Presumiblemente humanos y otros animales coincidamos en ver la luz del sol de la forma básica en la que, fehacientemente, nosotros lo hacemos: blanca (o de otras tonalidades dependiendo de la localización geográfica, la época del año o la hora del día) y resplandeciente. La luz «se nos representa» así naturalmente, podemos decir que en oposición a la representación que nos hacemos de la oscuridad. Sin que todo ello sea obstáculo para que podamos llegar a concebirlas de otras formas. Pero la luz se nos aparece en el contexto más amplio y acogedor de aquello que vemos en un momento dado. Imágenes de la realidad que van de lo claro a lo oscuro, de lo nítido a lo borroso y del rojo al violeta (colores que representan los límites de la gama que podemos ver). También podrán ser imágenes más o menos ricas en contenido según de que se traten y según como anden nuestras capacidades visuales, emocionales e intelectuales.

 

LAS IMÁGENES OBVIADAS