Desde la crisálida

domingo, 16 de octubre de 2022

Una aproximación a la naturaleza de lo existente (1)

 

Aluvión
Aluvión (Óleo)
 

Pertenecemos a un mundo que surgió sin nosotros pero que permitió nuestra existencia más adelante. No constituimos el mundo pero sí constituimos parte de él. El mundo no es definible sin que se nos tenga en cuenta, por muy remota y limitada temporalmente que resultara ser, finalmente, nuestra presencia. Nosotros somos más o menos conscientes de esta realidad. ¿Quiénes somos nosotros? Somos los seres que, de alguna forma, necesitamos respuestas y amor. Nuestros orígenes, las protocélulas de las que provenimos, se remontan a eones, pero somos, sin embargo, extinguibles, aunque hasta la fecha las extinciones no hayan sido totales. ¿Si nada sobreviviera aquí en la Tierra, quedaría vida equiparable a la nuestra en otros planetas? ¿Hasta dónde alcanzan nuestra originalidad y nuestra singularidad?


Construyendo
Construyendo (Lápiz)

No parece que el universo tenga conciencia de sí mismo si no es a través de los seres vivos que lo pueblan y forman parte de él, esta es la forma en que habría alcanzado a saber de sí. En el caso que nos ocupa especialmente conscientes somos los seres humanos, o por lo menos nuestras inquietas observaciones y manifestaciones son más aparatosas. El conocimiento y las distintas experiencias del vivir, como tantas otras cosas, serían fruto de un proceso de evolución, no algo dado desde un inicio. Los seres conscientes no han tenido como premisa conocer y vivenciar el universo de la forma en que lo hacen, sino que se han ido ateniendo a lo que sus organismos y sus organizaciones sociales les iban permitiendo. El que la percepción sensorial elemental y el procesamiento básico de la experiencia hayan progresado hacia una comprensión global del mundo es algo que asombra comprobar. Y ver en las distintas formas de vida estados mentales diversos y graduales causa estremecimiento. Las posibilidades de las que provee la vida se consolidan en la más o menos sufridas experiencias de los seres que las implementan: ser en concreto una vaca, una lechuza, un almendro, una hormiga, un orangután...


La mera existencia no implica la disposición de una naturaleza que posibilite ser sensible al mundo. Las naturalezas de unos seres (entiéndase «seres» como alusión a todos los entes existentes, posean vida o no) los provee de unas formas de existencia inerte mientras que las de otros los dota de unas formas de existencia sintiente. Estas naturalezas coexisten. Efectivamente, lo que existe no necesariamente tiene alguna vía de acceso a sí mismo y al resto de lo existente, pero si algún ente puede acceder a lo que acontece, ese pertenece a lo vivo. La vida sería, entre otras cosas, una vía practicable para experimentar y conocer este mundo de necesidades y posibilidades.

 

Cúmulo desaturado
Cúmulo (Lápiz y bolígrafo)
 

A vueltas con lo vivo y con lo inerte podemos imaginar un universo en el que no fuese posible la vida de ninguna manera, en el que nunca se hubiese producido ni nunca pudiera producirse la vida. Dicho universo podría ser de cualquier manera sin que importara como fuera. Las cosas podrían ser indistintamente de una forma o de otra. No habría nada que requiriera ser preservado. Por otro lado, podemos imaginar un universo mayoritariamente compuesto por seres orgánicos, que se amontonaran en hábitats solo compuestos por una promiscua variedad de ellos mismos: en la imaginación esta imagen representa una auténtica pesadilla. Pero la idea sería que la realidad inerte por si sola carecería de valor sin relacionarse de alguna forma con entidades vivas y que la realidad biológica tampoco se sostendría sin la inerte. Mediante el «interlocutor» que representa lo vivo, el universo cobraría una existencia significativa. De tal forma, la problemática relación entre lo vivo y lo inerte define como son las cosas.

 


LAS IMÁGENES OBVIADAS