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Autorretrato del espejo roto (Óleo)
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Somos
a un mismo tiempo familiares y extraños para nosotros mismos.
Nunca
ha sido la vida lo suficientemente sencilla como para que el ser
humano la entendiera. Siempre,
por desgracia, han
existido además
un cúmulo
de
errores y
malas interpretaciones.
Ahora por cierto, las
mismas circunstancias que propician un mejor conocimiento
complican
en
exceso la trama.
Se
me ocurre la existencia de un «síndrome
de Sherezade»
que
consistiría en verse
en
la
obligación
de
distraer a alguien, contándole historias
o por otros medios,
para no recibir un
temido castigo.
También
se me ocurrió, durante el confinamiento por el Covid-19, hablar de
«El síndrome del resplandor» o en
inglés
«The shining’s syndrome», para dar nombre a los trastornos
nerviosos ocasionados por la situación de encierro.
He
podido encontrar en mi búsqueda de
conocimiento,
desde pronto,
a quienes de forma artística o científica han señalado o
denunciado los
daños en la infancia.
Por poner
algunos ejemplos leí a Charles Dickens, conocí pronto a Emile Ajar y su “La vida ante sí”, muy posteriormente
“Los
patitos feos” de
Boris Cyrulnik y
últimamente “El
drama del niño dotado y la búsqueda del verdadero yo” de Alice
Miller. Páginas
que remontan el rio de la vida.
Provenir
de la materia inconsciente, configurarnos materialmente desde ahí,
nos causa asombro de ser, de existir.
La
llegada a la consciencia es paulatina.
La
realidad estaría
constituida
por niveles emergentes que van de lo inerte e indiferente hasta
la existencia vital más comprometida.
Si
nos falta consuelo cuando nos sentimos muertos en vida, ¿cómo
alcanzar, bajo tan desdichada condición, la necesaria resurrección?
Resucitar
es volver a sentir rítmicos
latidos
donde antes había, tan sólo apenas, un ligero temblor.
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Esa Eva (Óleo)
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Perdido
anda entre sus semejantes quien no comprende, siquiera,
que está repleto de
entresijos el mundo, sea porque no alcanza lo
suficiente su
entendimiento o porque espera más o algo distinto de lo que se le
ofrece.
Ofrece
la vida oportunidades de cambio que pueden implicar que todo cobre
sentido.
Satisfacción
encuentra quien ha intentado lograr contento y lo ha conseguido, y
ahora intenta repartir su alegría. Si lo consigue, superando los
inevitables inconvenientes, es
como para felicitarle.
Cuenta
todo lo que uno ha hecho, hace, ha sido y es.
¡Qué
distinto se ve el mundo cuando se acaricia la felicidad a cuando las
tinieblas te dominan!
El
intelectualismo rígido y errático se da cuando la razón sale de
paseo sin el sentido y sigue un rumbo solitario, básicamente
equivocándose cuando cree acertar. Lo mismo le puede ocurrir a la
deriva
puramente
sentimental.
Si
no fuera por un cierto sentido utópico la frustración sería
consecuencia inevitable
de lo real. En
el futuro se
esperan cumplimiento
de promesas
que el presente y el pasado no llegan a procurar.
Pero,
paradójicamente, si no fuera porque, al mismo tiempo, asumimos la
realidad tal como se da, las promesas y las expectativas de futuro
desvirtuarían la vivencia del presente. Por ello es muy común
mantener un equilibrio entre deseos y simples constataciones.
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Desarrapados (Óleo y collage)
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¿No
es vencer más satisfactorio cuando
lo
que se
vencen son
dificultades; cuando
lo
que supone
vencer
es
superarse, en el sentido de mejorar desde
mala
situación;
crecer viendo atrás la semilla abierta de la que procedemos; perder,
si se tenía, el determinismo del fracaso, y tras ello seguir
perdiendo en cada victoria la sensación de haber
sido malévolamente derrotado?
¿No es mejor vencer, pues, cuando al mismo tiempo, de esa forma,
se pierde?
Mentes
muy racionales, muy muy racionales, se vanaglorian de su sublime
forma de concebir la ciencia, la tecnología y
la civilización toda. Eso
sí, menosprecian
torpemente
lo que, existiendo,
no les compete o les incomoda.
Y
resulta
que
lo
conseguido para la humanidad, bajo sus determinaciones —debido
a un desequilibrio tanto con respecto a sus propias necesidades
psicológicas como con respecto a las necesidades psicológicas y
sociales de los demás—
es el equivalente a estar sujetando unos potentes petardos
encendidos, con el peligro de volarse los dedos si no se sueltan a
tiempo cuando estos explotan. Y algunos, sangrantemente, van
reventándonos.
Sentir,
redondeando quizás a lo alto, que uno está a la altura del mundo y
que el mundo está a la altura de uno. Que si el mundo es, a veces
chico, a veces mediano, a veces enorme, hay mucha gente que lo
iguala, sin más. Sobre todo me parece que estoy pensando en el mundo
que apreciamos cuando estamos contentos o serenos. Creo que esto
tiene que ver con lo que canta Serrat: "...de vez en cuando la
vida se hace de nuestra medida, toma nuestro paso...".
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Interior-exterior (Óleo)
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Tener
un buen estado de ánimo mantenido en el tiempo es una de las mejores
cosas que le puede pasar a uno. Mantener un equilibrio en el que las
penas no te hunden en la depresión y no traspasas estrepitosamente
los límites de tu propio ser en el intento de ser feliz o de
simplemente existir. Lo sabe apreciar especialmente quien ha pasado
demasiado tiempo oscilando entre los polos opuestos de sus afectos o
ha tenido demasiado tiempo su mente, su cuerpo todo y su
participación de lo social, afectados, castigados y desorganizados
—sin posibilidad de superar los contratiempos, y aún más,
experimentando persistentemente el caos— pero ahora se ha alejado
de esa situación.
Quien
se ha visto, quebrantado por dentro, llevando puesto en público un
pijama ligero y claro por dictamen médico y judicial, sabe que no es
la medicación la que le da la vida, sino las palabras y los actos
que curan.
Y
la señora de la casa abandonada nos dijo:
Sé
solidario. Cuando te canses sigue siendo solidario. Sé
solidario todos los días con quién
y con lo que puedas serlo. No te solidarices sólo
con tu
colectivo, participa solidariamente de otros problemas. La
solidaridad es la que puede salvar este mundo. Sé
solidario, sé
solidaria. Comprende que de no serlo cometerás
injusticias a base de prejuicios. Si quieres que te ayuden, apoyen y
solidaricen contigo, solidarízate tu con quienes lo
necesitan.
No eres mejor, ni estás
más
necesitado
de ayuda
que otros
que
tienen padecimientos y
necesitan
de esa misma ayuda
que quieres para tî.
El
espacio-tiempo nos contiene y configura. La gravedad terrestre y
la presión atmosférica nos
modelan.
Todo a lo que estamos acostumbrados en nuestra vida diaria se
da en la
corteza terrestre y en la
atmósfera.
De
la misma forma que nuestra disposición bípeda está perfectamente
adaptada a la gravedad terrestre y
a la presión atmosférica,
nuestra mente tal vez lo esté con respecto a las
propiedades
físicas
de
lo muy pequeño, sean
estas
las
que
sean.
Por
temor a la muerte no quieres vivir.