Desde la crisálida

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lunes, 6 de junio de 2022

El mundo es distinto de como lo percibimos

 

 

Pesar
"Pesar" (Pintura al óleo)

 

Nuestras percepciones tienen lugar en el contexto de representaciones mentales que recrean la realidad. Tales percepciones no son registros directos de elementos o partes de esa realidad. El mundo no es tal y como nos lo representamos. Para comprender mejor como percibimos es necesario desechar el realismo ingenuo dado "que la mente no se limita a registrar una imagen exacta del mundo, sino que crea su propio cuadro", cómo dice Irvin Rock en La percepción.


Una longitud de onda de luz visible puede causar la sensación de un color. La longitud de onda lo que hace es provocarnos la sensación de color. Lo primero se da en el espacio físico exterior y lo segundo en la mente como consecuencia de la actividad sensorial y cerebral. Por lo que, en puridad, no hay colores en la naturaleza, sino que estos son generados por nuestros cerebros tras captar la luz que penetra en nuestros ojos. Mario Bunge dice en A la caza de la realidad: "Las experiencias internas (qualia), tales como tener frío, ver azul, oír un crujido u oler menta, no son básicas sino derivadas: son procesos del sistema nervioso central, no del mundo externo".


Irvin Rock también dice en la obra ya citada:


El mundo perceptual que nosotros creamos difiere cualitativamente de las descripciones del físico por estar nuestra experiencia mediada por nuestros sentidos y hallarse construida interiormente como una representación del mundo. Percibimos así colores, sonidos, sabores y olores, percepciones que o bien carecen de significación en el mundo de la realidad física o tienen un significado diferente. Lo que nosotros percibimos como tintes de rojo, azul o verde, el físico lo describe como superficies que reflejan ondas electromagnéticas de determinadas frecuencias. A lo que nosotros experimentamos como sabores y olores refiérese el físico como a compuestos químicos. Lo que para nuestra experiencia son sonidos de variantes tonos, descríbelo el físico como objetos que vibran a diferentes frecuencias. Colores, sonidos, sabores y olores son constructos mentales, creados a partir de la estimulación sensorial. En cuanto tales, no existen fuera de la mente.



"De todas formas" (Tempera sobre papel)


Así que habría una respuesta, desde este punto de vista, a la famosa pregunta: ¿hace ruido un árbol que cae en el bosque, si no hay ninguna criatura lo bastante cerca para oírlo? La respuesta sería que la caída produciría vibraciones en el aire, pero que no habría sonido, pues un sonido es la sensación que dicho tipo de vibraciones suscitan en un ser vivo. Sin embargo, a nivel práctico, todos decimos que tal instrumento musical o tal aparato emite un sonido. Y en cuanto a las imágenes, también en la práctica, las consideramos más como estímulos externos que como sensaciones internas. Incluso ocurre que las imágenes son mayormente consideradas como el contenido de ciertos objetos o estímulos más que como sensaciones visuales subjetivas: se le llama imagen a lo que contiene una fotografía, por ejemplo, y decimos que vemos esa imagen. Por lo que los sonidos y las imágenes, pero también lo que respecta a los demás sentidos, son a la vez algo exterior a nosotros y algo que percibimos, pero es por esto último por lo que en realidad existen como tales.

 

Dice José Luis Pinillos, sobre lo que se está tratando aquí, en Principios de psicología:


El reflejo sensible de la realidad exterior no es, sin embargo, una copia pasiva o duplicado de ella. La cualidad sensible no es una propiedad de la mera existencia de las cosas, sino el resultado de su interacción con la actividad cerebral; la cualidad sensible es un fenómeno psíquico que sólo existe en el acto subjetivo. La energía radiante no es el color; los colores aparecieron en el mundo cuando esa energía comenzó a incidir sobre unos rudimentarios receptores conectados con algún tipo de organización nerviosa. En rigor, pues, la cualidad sensible es un fenómeno transistente, que emerge de la interacción de dos existentes sin ser reductible a ninguno de ellos.


Destaco, de estas palabras de José Luis Pinillos, que la interacción entre la realidad exterior y la actividad cerebral haría emerger la cualidad sensible: sin poderse reducir a ninguno de esos dos existentes. El resultado de la interacción es, como dice él mismo en otra parte, "algo que ni el cerebro ni las cosas pueden por sí solos explicar". Esto me parece muy importante.

 


Fotografía
"Ahora, ni antes ni después" (Fotografía)
 

 

Estamos más imbricados con lo que nos rodea de lo que solemos reconocer. Los alimentos sacian nuestra hambre y nos proporcionan nutrientes que pasan a formar parte de nosotros. Necesitamos el aire que nos circunda y que respiramos, procuramos que no nos falte el agua potable, etc. Cualquier ser vivo de este planeta por muy mediado que esté, como en general ocurre en el caso humano, por la cultura y la civilización tiene un íntimo ligamen con la materia y la energía propia y circundante. Y ese es el tipo de cosas que manejan nuestros sentidos. Ellos captan la luz, las vibraciones del aire o ciertas cualidades de las moléculas por ejemplo y lo hacen con la naturalidad de lo que está sumamente predispuesto a ello.

 



 

 

viernes, 13 de mayo de 2022

Sentidos, visibilidad y creaciones

 

 

Pintura digital
"Principio y fin" (Pintura digital)

 

No tendríamos acceso a lo que acontece si nos faltaran los sentidos. Ellos forman parte de nuestros cuerpos de forma consustancial. Y en nuestro cuerpo se encuentra el cerebro que regula y procesa. Asistimos a través de cada uno de los sentidos a una interpretación especializada de aspectos de la existencia con variable claridad y amplitud, incluidas las propias sensaciones corporales. Y somos parte de esa existencia, de la que participamos mediante la vivencia. En el caso de la vista se percibe la luz, mientras los otros sentidos pueden participar sinérgicamente (o atenuarse) en la apreciación de lo que acontece, y lo mismo ocurre cuando el protagonismo es de otro sentido. La naturaleza, los entornos rurales, los entornos urbanos y los ámbitos habitacionales contienen abundantísima luz, y de ahí extraemos imágenes. Ahí está la luz, vertiendo sus propiedades y portando los reflejos de lo existente, y aquí estamos nosotros, tal vez con capacidad para apreciarla en sus múltiples matices, colores y en su riqueza comunicativa. 

 

Pintura digital
"Todo lo que va más allá" (Pintura digital)


Entre lo que es accesible para el sistema visual de cualquier organismo no todo tiene la misma repercusión o significado para el que percibe. Distintas especies, además, tendrán distintas pautas visuales. Para el ser humano lo que tiene significado o repercusión puede ser, potencialmente, todo lo observable; incluyendo en todo lo observable lo que va más allá de lo que suponen las imágenes naturales y se corresponde con las imágenes artificiales. Por lo tanto, en el ser humano, sus creaciones se han constituido en parte integrante de lo que ya no puede ser sino una hibridación. El ser humano ha configurado su propia experiencia de las imágenes conjugando los aportes naturales y los culturales.

Se estima que cuando el universo tenía 380.000 o 400.000 años de existencia, en el estado denso y caliente en el que se encontraba, las partículas de materia (no la materia oscura) y las de la luz (los fotones) estaban ligadas unas a otras pues colisionaban continuamente entre sí. Entonces, se habría producido un enfriamiento y una expansión tal que permitió a las partículas dispersarse y a los fotones liberarse. ¿Se puede inferir de ello que desde ese tiempo remoto la luz interacciona con la materia de la misma manera en que lo hace hoy? Tras ese desacoplamiento habría surgido la visibilidad: visibilidad sin la presencia de seres percipientes. Visibilidad que posteriormente la vida, en cuanto encontró la vía, aprovechó con eficacia.

 

Pintura digital
"Amanecer azul verde" (Pintura digital)

 

Que la vida se adaptara a la presencia de información lumínica es una muestra de su estrecha vinculación con lo existente. Ser sensible a la luz o hacer uso de ella ha sido algo extendido en todo el árbol de la vida. Desde hace tiempo las imágenes han debido abundar en diversidad y paulatinamente se debieron ir colando en nuestros sueños. Durante el prolongado lapso de tiempo que va desde los primeros seres vivos unicelulares hasta llegar a nosotros la evolución ha dotado a multitud de criaturas de sofisticados órganos de la vista. Ese bagaje filogenético, en quienes lo tenemos o lo disfrutamos, nos ha posibilitado estar capacitados para ver desde que vinimos al mundo o, figuradamente, desde que abrimos los ojos al mundo. Aquí en la Tierra se ha evolucionado en relación con las imágenes y las imágenes mismas se han diversificado en función de esa evolución. En el caso humano, si una inteligente cautela individual y colectiva no lo mitiga, muchas de ellas, entre ellas las menos auténticas, sobreabundan y nos desbordan. Capaces de producir imágenes —cuyas significaciones son mayoritariamente válidas tan solo para nosotros— hemos explorado ampliamente esa dimensión artificial. Las imágenes naturales serían consecuencia de la luz y la materia (sin olvidar el papel básico del espacio y el tiempo) y las imágenes artificiales serían también consecuencia de lo mismo, pero además con la participación de la técnica, la evocación y la inventiva.

 

LAS IMÁGENES OBVIADAS