Desde la crisálida

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sábado, 27 de abril de 2024

LAS IMÁGENES OBVIADAS

 

    Yo he visto cosas que vosotros no creeríais... atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. (Blade Runner, 1982)


 

    Nuestra relación con el mundo y con nuestra interioridad consiste en experiencias que tienen como destacadas vivencias privadas las imágenes. Para Antonio Damasio en La sensación de lo que ocurre «las imágenes se construyen bien cuando nos relacionamos con objetos, sean personas, lugares o dolores de muelas, del exterior del cerebro hacia su interior; bien cuando reconstruimos objetos a partir del recuerdo, por así decir, de dentro a fuera». Damasio tiene su propia forma de entender en qué consisten las imágenes. Dice, convincentemente, que entre las imágenes posibles están las imágenes visuales, pero también las auditivas, las olfativas, las gustativas, las somatosensoriales.

    Las imágenes que se generan en nuestras mentes a partir de relaciones con cosas existentes exteriormente, lo harían con ayuda de «las cualidades sensoriales simples» denominadas qualia (un quale, en singular, es ese algo que confiere identidad y nos hace concebir diferentemente y concretamente un color, un sonido, una caricia, etcétera), recreando una escenificación consciente con imágenes que pasan efectivamente a la consciencia y otras que se forman, pero quedan fuera de ella. Las imágenes evocadas mentalmente son menos vívidas. He empezado con una concepción no acostumbrada de lo que es una imagen basada en las aportaciones de Antonio Damasio, y consideraré después que se pueda hablar de «imágenes naturales» en cualquier ámbito sensible (para cualquiera de los sentidos). Trataré de esta forma de dibujar aquí un esbozo en pos de una mejor comprensión del contexto visual poniendo en orden algunos someros argumentos.

    Demasiadas definiciones y usos de «imagen» se refieren sólo a las imágenes visuales que se pueden de alguna forma generar mediante dibujo, pintura, fotografía, cine, video, etcétera, y con sus vertientes digitales: dibujo digital, pintura digital, fotografía digital, videojuegos...; desde tiempo reciente, incluso se pueden generar de forma automatizada con la IA. Estas serían imágenes culturales o artificiales. En el ámbito restringido de lo visual, la teoría dominante suele pasar por alto las imágenes naturales y se detiene obsesivamente en las creaciones humanas. ¿Por qué dar tanto pábulo, como suele ocurrir, a las costumbres o hábitos visuales que implican un gran consumo de productos visuales, o un elevado disfrute de los mismos, en detrimento de otro tipo de miradas que están necesariamente atentas a todo lo que ofrece el ambiente?

    Estamos hablando, además, de imágenes de distinta especie que tienen cada cual su importancia. Las imágenes visuales llamadas naturales serían —en mi opinión, que difiere de las comúnmente admitidas— todas las que, en condiciones adecuadas, inundan las vidas de los videntes cuando la luz suficiente en el lugar donde se encuentran estimula sus ojos, incluya este lugar imágenes artificiales o no. Y ocurre que nuestra capacidad de abstraernos, inmersivamente, en la contemplación de las imágenes artificiales o culturales, cuando pasamos a verlas en «modo lectura de imágenes», nos hace olvidar que estamos usando el mismo sistema visual para ver una película en pantalla que para contemplar el mar desde la orilla.

    Habría una impostura en alabar enormemente las elaboraciones del chef y en menospreciar el hecho de que se disfrutan con el mismo sistema gustativo que sirve para degustar una fruta recién cogida del árbol; o embriagarse con los perfumes e ignorar que el mismo olfato recibe y proporciona el olor natural de los cuerpos y de los diversos ambientes; apreciar la música y la lengua hablada, pero no comprender que comparten ser sonidos con el rumor de las olas, el crepitar de las hojas de los árboles ante el viento, los miles de ruidos cotidianos. No debería haber oposición civilizatoria para el hecho de concederles valor, el que tienen, a nuestras visiones: a las imágenes naturales que por la razón que sea nos resultan especialmente significativas. Y poder extraer de ellas legitimadas consideraciones y tener reacciones de todo tipo, incluidas estéticas, filosóficas, políticas o sensuales, de forma semejante a cómo está legitimado responder de esa manera ante unas fotografías de Man Ray vistas en el museo. Consideraciones y sentimientos no necesariamente vertidos en narraciones, en dibujos, o en procesos terapéuticos, pero susceptibles de ello.

    Serían las imágenes visuales naturales, por lo tanto, las que, de entre todo lo que existe ante nuestros ojos, podemos ver por nosotros mismos, siendo inmensamente abundantes y potencialmente significativas. Son las imágenes, primigenias además, que estarían siendo obviadas en la teoría y en la práctica. Una Iconosfera sensible y abierta al acervo biológico que representan las imágenes naturales, en el amplio sentido, además, que se incorpora al tener en cuenta, siguiendo en esto a Damasio, que las imágenes pueden serlo de cualquier modalidad sensorial, sería mucho más valiosa que una Iconosfera restringida a la sola consideración de las imágenes visuales artificiales. De la forma en la que están las cosas, ni un tipo de imágenes, las naturales por defecto, ni el otro tipo, las artificiales por exceso, son objeto de un adecuado conocimiento. Lo que provoca, en la teoría y en la práctica, graves inconvenientes debidos a una difícil sintonía. Se da una desatención a una clase de imágenes, las naturales, a las que, sin embargo, se les concede el estatus de imágenes por derecho propio. Siendo admitida su existencia no se ha alcanzado aún un cabal entendimiento de las mismas. Y se pasan por alto sus complejas implicaciones.

    También ocurre que se suele hablar de las imágenes sin establecer previamente unos contextos y definiciones que posibiliten la comprensión de lo que se trata. Y no se suele lidiar satisfactoriamente con la polisemia de la palabra «imagen». Michel Pastoureau en su libro Los colores de nuestros recuerdos dice que «a lo largo de los siglos el color se ha ido definiendo sucesivamente como una materia, luego como una luz y, al final, como una sensación» y que hemos heredado esta triple definición. Creo que tal reflexión es también aplicable a las imágenes, por lo que a veces me parece que es inevitable referirse a ellas no sin cierta ambigüedad. No obstante y dentro de estos márgenes difusos, podría tratar de hallarse concreción conceptual. Considero, además, que lo visible y la visión nacen o surgen de forma natural, respectivamente, en el cosmos y en los seres vivos que este alberga, con una fecundidad y una importancia enorme, antes de que, ya en la actualidad, sea necesario tener en cuenta las formas de visión artificial que hoy son posibles y cuyo mayor desarrollo se espera para el futuro (distíngase entre visión natural/visión artificial e imagen natural/imagen artificial o cultural).

    Se puede seguir considerando, de todos modos, que las imágenes naturales al fin y al cabo son etéreas, inasibles, inmateriales y que lógicamente son obviadas, pues difícilmente se pueden objetivar. Pero a esto se puede aducir la base ontológica que la neurociencia permite ubicar; que existe la intersubjetividad que nos permite contrastar y compartir visiones; y que, además, estas imágenes transcurren en el soporte más caro de los existentes: nuestro propio ser.

  

    




domingo, 26 de junio de 2022

Diferencias y correlaciones

 

Catástrofe cotidiana
"Catástrofe cotidiana" (Lápiz sobre papel)


Cuando se da un natural funcionamiento de nuestros sentidos solemos decir, en el caso de algunos de ellos, que tocamos, que oímos y que vemos. Y esto significa que constatamos que estamos sintiendo algún tacto o que estamos percibiendo algún sonido o alguna imagen. Te toco, lo toco, te oigo, lo oigo, te veo, lo veo... son formas de expresar que el tacto se ha producido o que los sonidos o las imágenes nos han llegado y que están siendo percibidos. Y podemos decir: te palpo, te escucho, te contemplo... y estamos diciendo, respectivamente, que tocamos con cuidado, que oímos con atención o que vemos con detenimiento; te palpo, te escucho o te contemplo a ti que estás ahí, desde mi propio ámbito perceptivo.

 

 

Retrato
"Retrato" (Pintura digital)


 

Sin embargo, tú difieres de como yo te percibo. Eres de una manera, en origen, y de otra manera en mí. Por ejemplo, te conforman una extraordinaria cantidad de átomos para cuya apreciación mi sistema visual es inútil. La luz incide sobre ti y tu absorbes una parte de ella y reflejas otra, esto ocurre siempre que te expones a sus rayos. La luz se refleja en ti y va en todas direcciones, esto es así aunque yo solo perciba, cada vez que te miro, la parte que incide sobre mis retinas. Esa luz yo la traduzco en matices de colores que se asientan en las formas estimadas de tu cuerpo. De los estímulos que desprendes, mi sistema perceptivo, con ayuda de los sentidos, de todo mi ser y de mi mente hacen aparecer para mí imágenes de ti. Ahí intervienen esos qualia con los que te reproduzco cómo puedo. Y de la forma en que te percibo a ti, lo percibo todo: de la misma forma en que tú eres diferente de como yo puedo verte, lo es todo.

 

 

Camino y espesura
"Camino y espesura" (Fotografía)

 

Pero, no obstante, que las percepciones se den en nuestras mentes en forma de representaciones y que la realidad sea diferente a como la experimentamos no quiere decir que nuestras representaciones no tengan una correlación con esa realidad. En realidad nuestras percepciones están basadas en unos datos que tal como nos llegan y tal como los evaluamos, nos proporcionan una información acomodada de las cosas. Los sentidos nos proporcionan información detallada de las cosas aunque para ello sea necesaria una transducción de los datos de la realidad. Y no existe por ello un desacuerdo esencial entre lo que hay ahí y lo que se percibe. Por ejemplo, la luz que nos llega a los ojos no lo hace uniformemente ni de forma caótica, sino que llega diferenciada por efecto de los cuerpos y el ambiente de los que proviene reflejada, refractada, dispersada, polarizada, etc. Es luz que trae información más o menos precisa de los cuerpos, de las superficies y del medio con los que ha tenido contacto. En nuestro aprendizaje perceptivo el tacto habrá colaborado en la tarea de conocer todo lo que está ahí. Y de la interacción entre la realidad exterior y la actividad cerebral emergen interpretaciones de la realidad circundante que permiten nuestro normal desenvolvimiento. Así, si bien no hacemos registros directos, nos hacemos buena idea, gracias a nuestras interpretaciones, de magnitudes, tamaños, distancias, formas, orientaciones, superficies, etc.

 

Lo que puede ser
"Lo que puede ser" (Imagen digital)

 

viernes, 13 de mayo de 2022

Sentidos, visibilidad y creaciones

 

 

Pintura digital
"Principio y fin" (Pintura digital)

 

No tendríamos acceso a lo que acontece si nos faltaran los sentidos. Ellos forman parte de nuestros cuerpos de forma consustancial. Y en nuestro cuerpo se encuentra el cerebro que regula y procesa. Asistimos a través de cada uno de los sentidos a una interpretación especializada de aspectos de la existencia con variable claridad y amplitud, incluidas las propias sensaciones corporales. Y somos parte de esa existencia, de la que participamos mediante la vivencia. En el caso de la vista se percibe la luz, mientras los otros sentidos pueden participar sinérgicamente (o atenuarse) en la apreciación de lo que acontece, y lo mismo ocurre cuando el protagonismo es de otro sentido. La naturaleza, los entornos rurales, los entornos urbanos y los ámbitos habitacionales contienen abundantísima luz, y de ahí extraemos imágenes. Ahí está la luz, vertiendo sus propiedades y portando los reflejos de lo existente, y aquí estamos nosotros, tal vez con capacidad para apreciarla en sus múltiples matices, colores y en su riqueza comunicativa. 

 

Pintura digital
"Todo lo que va más allá" (Pintura digital)


Entre lo que es accesible para el sistema visual de cualquier organismo no todo tiene la misma repercusión o significado para el que percibe. Distintas especies, además, tendrán distintas pautas visuales. Para el ser humano lo que tiene significado o repercusión puede ser, potencialmente, todo lo observable; incluyendo en todo lo observable lo que va más allá de lo que suponen las imágenes naturales y se corresponde con las imágenes artificiales. Por lo tanto, en el ser humano, sus creaciones se han constituido en parte integrante de lo que ya no puede ser sino una hibridación. El ser humano ha configurado su propia experiencia de las imágenes conjugando los aportes naturales y los culturales.

Se estima que cuando el universo tenía 380.000 o 400.000 años de existencia, en el estado denso y caliente en el que se encontraba, las partículas de materia (no la materia oscura) y las de la luz (los fotones) estaban ligadas unas a otras pues colisionaban continuamente entre sí. Entonces, se habría producido un enfriamiento y una expansión tal que permitió a las partículas dispersarse y a los fotones liberarse. ¿Se puede inferir de ello que desde ese tiempo remoto la luz interacciona con la materia de la misma manera en que lo hace hoy? Tras ese desacoplamiento habría surgido la visibilidad: visibilidad sin la presencia de seres percipientes. Visibilidad que posteriormente la vida, en cuanto encontró la vía, aprovechó con eficacia.

 

Pintura digital
"Amanecer azul verde" (Pintura digital)

 

Que la vida se adaptara a la presencia de información lumínica es una muestra de su estrecha vinculación con lo existente. Ser sensible a la luz o hacer uso de ella ha sido algo extendido en todo el árbol de la vida. Desde hace tiempo las imágenes han debido abundar en diversidad y paulatinamente se debieron ir colando en nuestros sueños. Durante el prolongado lapso de tiempo que va desde los primeros seres vivos unicelulares hasta llegar a nosotros la evolución ha dotado a multitud de criaturas de sofisticados órganos de la vista. Ese bagaje filogenético, en quienes lo tenemos o lo disfrutamos, nos ha posibilitado estar capacitados para ver desde que vinimos al mundo o, figuradamente, desde que abrimos los ojos al mundo. Aquí en la Tierra se ha evolucionado en relación con las imágenes y las imágenes mismas se han diversificado en función de esa evolución. En el caso humano, si una inteligente cautela individual y colectiva no lo mitiga, muchas de ellas, entre ellas las menos auténticas, sobreabundan y nos desbordan. Capaces de producir imágenes —cuyas significaciones son mayoritariamente válidas tan solo para nosotros— hemos explorado ampliamente esa dimensión artificial. Las imágenes naturales serían consecuencia de la luz y la materia (sin olvidar el papel básico del espacio y el tiempo) y las imágenes artificiales serían también consecuencia de lo mismo, pero además con la participación de la técnica, la evocación y la inventiva.

 

LAS IMÁGENES OBVIADAS